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  • Análisis de dos individuos hallados en sitio arqueológico al sur de Neuquén permite afirmar que fueron víctimas torturadas de la guerra llevada a cabo por los españoles contra los habitantes indígenas.  

Newen Antug es un sitio arqueológico ubicado en la cuenca del Lácar al sur de Neuquén, Argentina. Durante la excavación se descubrieron dos esqueletos humanos, los que según la evidencia pueden datarse del primer contacto entre los pueblos indígenas de la región y los españoles.

Como analiza el Dr. Alberto Enrique Pérez, investigador asociado de la Universidad Autónoma de Chile y coautor de un completo estudio de los restos, se está frente a un «hallazgo arqueológico complejo e inusual», siendo la primera vez que se logra, a partir de la propia evidencia científica, describir la violencia contra las poblaciones indígenas.

Durante la Guerra de Arauco, el conquistador español Pedro de Valdivia informó al Real y Supremo Consejo de Indias sobre la ejecución y mutilación (corte de manos, pies, narices, orejas y pechos) de prisioneros. Información que también aparece en las crónicas de Francisco de Villagra, García Hurtado de Mendoza y Alonso de Sotomayor y Valmediano.

«Siguiendo el relato de Las Casas y otros sacerdotes y funcionarios de la Corona en el continente, definen el diseño militar español como un conjunto básico de principios a los que llamó la trinidad diabólica: primero, la captura de líderes políticos y religiosos; segundo, forzar la sumisión mediante la tortura y mutilaciones; para finalmente realizar masacres en lugares públicos o sitios de importancia local a través de despedazamiento por perros, ahorcamiento, ahogamiento, quema y decapitación» detalla el estudio publicado en Open Archaeology.

Y agrega: «ellos hablan del uso sistemático de prácticas aterrorizantes, como una estrategia militar y política típica del colonialismo español, que incluyó las ejecuciones traumáticas (ahorcamiento, empalamiento, decapitación, aperreamiento, cremación, entre otras) y amputación de manos, pies, narices, pechos, orejas para inducir terror en las poblaciones consideradas hostiles».

Historias que fueron, como señalan los investigadores, subestimadas, aunque existieran fuentes escritas en toda América sobre el tema e importantes denuncias sobre estos crímenes ante la corona española, «incluso con grandes detalles aportados por Fray Bartolomé de las Casas, a lo que se suma los informes de los conquistadores del área centro y sur de Chile» complementa el Dr. Alberto Enrique Pérez.

Análisis de los cuerpos

Los dos individuos fueron sometidos a diversos estudios: de antropología biológica buscando caracterizar el sexo, la edad, estatura, entre otros atributos; para luego abordar cada elemento, desde una perspectiva de la antropología forense, que incluyó el análisis directo, macro y microscópico de marcas y huellas en los huesos, y también estudios de imágenes, radiográficas y tomográficas (bucales).

Se realizaron también dataciones 14C (Carbono 14) de la madera y carbón vegetal asociada a las tumbas y análisis de isotopos estables para determinar la dieta, es decir de qué se alimentaron los últimos años de su vida. Con los resultados pudieron determinar la presencia de lesiones ante y peri-mortem, es decir, con cierta anterioridad e inmediatas a la muerte de los individuos.

«Un estudio bastante completo que permitió contar con toda la información necesaria para establecer interpretaciones sólidas acerca de la presencia de lesiones traumáticas similares a las descritas por varios cronistas de la conquista española en el centro sur de Chile en el Siglo XVI» detalla el investigador asociado de la Universidad Autónoma de Chile.

Los cuerpos son una mujer adulta de más de 52 años con una altura aproximada de 1.49 y un hombre también adulto de entre 30 y 40 años con una altura de 1.64. Ocuparon una posición de simbolismo y liderazgo particular dentro de su comunidad, siendo enterrados y adornados con un cuidado especial en un enclave que tenía importancia para las comunidades Mapuche.

«Fueron rehenes y víctimas de golpes, tortura, restricción y mutilación de partes de sus manos y antebrazos izquierdos. Se infiere que el impacto fue lo suficientemente violento como para dividir el antebrazo en dos partes, lo que condujo a su muerte, pero no de inmediato. Dada la naturaleza no mortal y la distribución de sus lesiones, éstas concuerdan con los datos históricos de personas que fueron mutiladas, cauterizadas y liberadas por los españoles como trofeos» complementa el Dr. Alberto Enrique Pérez.

Los resultados permiten también romper con los argumentos de las Escuelas Históricas Nacionalistas de la primera mitad del Siglo XX -y que perduran hasta hoy en muchos aspectos- que plantean que tanto Argentina como Chile han definido a las poblaciones indígenas como invasoras o extranjeras en base a su adscripción étnica (Mapuches vs Tehuelches por ejemplo).

Además, otro dato interesante que ofrece este hallazgo es la presencia temprana de caballos y de la práctica de equitación. «Una de las manos faltantes del individuo femenino fue sustituida simbólicamente por parte distal de la pata de un caballo, lo que demuestra que ya había sido incorporado como un elemento de gran valor» destaca el investigador.

Los investigadores están trabajando actualmente en un capítulo de libro donde se tratan en profundidad los datos aportados por las crónicas coloniales, pero también republicanas, compilando y discutiendo de manera interdisciplinaria a partir de los cuerpos de Newen Antug sobre «el uso de la violencia y la continuidad de prácticas como las mutilaciones oculares para reprimir manifestaciones sociales para restaurar el orden y el poder político. Estrategia de dominación y sometimiento que se perpetúan y cobra vigencia hasta nuestros días» analizan.

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