Desde hace millones de años, la velocidad de rotación de la Tierra se había estado reduciendo, alargando los días solares en 1,7 milisegundos por siglo. Sin embargo, este patrón ha experimentado un cambio sorprendente en los últimos años.
Un estudio reciente publicado en la prestigiosa revista Nature ha revelado cómo el cambio climático está impactando no solo los ecosistemas terrestres, sino también aspectos fundamentales de nuestro planeta, como su velocidad de rotación.
Investigadores han descubierto que, contrariamente a la tendencia milenaria de desaceleración, la Tierra ha comenzado a girar más rápidamente, un fenómeno vinculado directamente al deshielo de los polos.
Duncan Carr Agnew, físico de la Universidad de California en San Diego, ha señalado que el derretimiento del hielo en regiones como Groenlandia y la Antártida está redistribuyendo las masas de agua globales, afectando la velocidad de rotación terrestre. Este cambio ha sido tan impactante que el 29 de junio de 2022 se registró el día más corto conocido, con una duración de 1,59 milisegundos menos que las 24 horas estándar. Este hallazgo ha llevado a los científicos a especular sobre la posibilidad de ajustar el tiempo oficial.
La investigación también sugiere que el comportamiento del núcleo terrestre, que muestra signos de desaceleración e incluso de rotación en sentido contrario, podría influir en la velocidad de rotación del planeta. Agnew advierte que si esta tendencia continúa, podría ser necesario ajustar la escala de tiempo utilizada actualmente, resultando en un minuto de solo 59 segundos para el año 2029.
Medidas para frenar la contaminación
Además de entregar detalles sobre los efectos inesperados del cambio climático, este estudio recalca la urgencia de adoptar medidas concretas para mitigar el calentamiento global.
Entre las acciones más efectivas se encuentra la reutilización de residuos de aceite, el cual, si se desecha incorrectamente, puede causar enormes daños ambientales. Convertir este residuo en biodiesel es una estrategia que disminuye la contaminación, permitiendo la reutilización de materiales y reduciendo la necesidad de producción desde cero, lo que a su vez minimiza la emisión de gases de efecto invernadero.
Otras prácticas incluyen la adopción de dietas basadas en plantas, el fomento de la movilidad sostenible, la reforestación y la inversión en energías renovables. Estas medidas, implementadas tanto a nivel individual como colectivo, pueden tener un impacto significativo en la reducción de nuestra huella de carbono y en la desaceleración del calentamiento global, contribuyendo así a la protección del planeta para las futuras generaciones.